Este siglo se caracterizó por una crisis demográfica, que disminuyó la población debido a la emigración a América, las guerras, la expulsión de los moriscos, las epidemias y las malas cosechas. A esto se añade una recesión económica manifestada en el descenso de la producción agrícola (despoblados y falta de mano de obra), el retroceso de la ganadería (problemas para la exportación de lana), la disminución de producción artesanal (paños, minera, metalúrgica y naval) por no ser competitiva en el exterior y la crisis del comercio interior (caída de la demanda) y exterior (competencia extranjera, guerra, manipulación de la moneda, autosuficiencia americana). A lo que se sumó el descenso de las remesas de plata americana que provocó la crisis de la Hacienda y la bancarrota de las finanzas estatales. Para obtener recursos se aumentó la presión fiscal, se emitieron juros, se vendieron cargos y se adulteró la moneda (vellón). La crisis aumentó la desigualdad en la sociedad estamental. Creció el número de nobles (por compra de títulos) y de clérigos. La burguesía, muy escasa, aspira al ennoblecimiento. Se empobreció la mayor parte de la población: artesanos y sobre todo el campesinado que tuvo que emigrar o mendigar. Se mantiene el requisito de limpieza de sangre.
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